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martes, 20 de marzo de 2012

Vieng Xai

Sam Neua es una pequeña ciudad sin mucho que ofrecer. Está casi en la frontera con Vietnam y esto le da un poco de vidilla diurna fronteriza. Es el lugar para hacer compras, gestiones y mercadear. Pero no es gran cosa, ni es demasiado guapa.
Es interesante la mezcla de razas que hay. Aquí coinciden chinos y vietnamitas con etnias lao, hmong, kamu, dao, yao y la de mi madre, con lo que ves caras por la calle muy diferentes unas de otras.
Y el más raro soy yo, que a veces me he sentido como una estrella del rock, observado atentamente, fotografiado (esto está bien porque es como darle la vuelta a la tortilla) y saludado por la calle por los niños. Nunca antes una palabra me había dado tantas satisfacciones como "sabaidee" (hola) porque cada vez que la digo y saludo con la mano provoco sonrisas y risas en todos los chavales que primeramente me miran con curiosidad. Y me muero de risa cuando veo salir a la puerta de las casas a pequeños que agitan la mano y repiten sabaidee y que cuando les contesto me devuelven una sonrisa tierna y divertida y echan a correr a contarle a la madre que han visto un falang o un marciano, no sé muy bien.
No sé si hablé ya de mi compañero Tan, con el que comparto camino desde hace ya unos cuantos días. Tan es la segunda generación nacida en Malasia de una familia de emigrantes chinos y además del chino mandarín, domina perfectamente el cantonés y algún otro dialecto chino más. Esto fue de gran ayuda más de una vez porque todavía no hablamos correctamente el lao y el inglés sirve de poco por estos lares y él es capaz de distinguir un chino a kilómetros cuando yo soy incapaz de diferenciar unos de otros. Es gracioso porque yo no tengo demasiados problemas para clasificar a los europeos y él no da una en este caso, dice que somos todos iguales. Qué cosas.
Como no hay turistas, la cuestión de la alimentación se complica porque no hay restaurantes y los pocos sitios para comer ofrecen noodles y poco más. En eso los dos estamos de acuerdo en que echamos de menos Tailandia y su variedad, calidad y facilidad para conseguir comida. Y de sopa de noodles he vivido algún dia entero, desayunando, comiendo y cenando. El otro día conseguimos variar un poco la dieta y probé la ternera envuelta en hoja de plátano y asada al fuego y estaba muy sabrosa, con muchas especias, acompañada de un mazacote de arroz pegajoso.
Si vas al mercado, aparte de algo de fruta, es difícil encontrar algo que puedas comer en crudo salvo arroz cocido envuelto en hoja de plátano o algún buñuelo de coco frito que te sirve para desayunar.
Pero el motivo de este largo viaje hasta estas tierras era visitar la cuna del Pathet Lao, los comunistas que lucharon contra la monarquía y el colonialismo francés durante años con el apoyo, entre otros, del vecino Vietnam.
A Vieng Xai, que está a treinta kilómetros, nos fuimos haciendo autostop y descubrimos un pueblo muy agradable, en un entorno muy guapo, con varias lagunas y rodeado de un montón de pequeñas montañas verticales cubiertas de vegetación. Conseguimos habitación en un hostal en forma de U construido sobre postes de madera en medio de una laguna. Desde mi cama podía ver los peces pasar por entre las tablas del suelo.
Aquí en Vieng Xai más de veinte mil personas vivieron en cuevas durante años en una auténtica ciudad subterránea construida sobre una extensión de varios kilómetros. Aguantaron los bombardeos durante las guerras de Indochina y los posteriores de la guerra de Vietnam. Laos fue el país más bombardeado de la historia, creo que tocan a una media de quinientos kilos por habitante, en una operación que pretendía cortar el suministro y comunicación de Vietnam con Laos. En pocos años se arrojaron dos millones de toneladas sobre esta gente y se calcula que más de un 30% no llegó a explotar, con lo que aún hoy se están pagando las consecuencias. Todo el país, especialmente esta zona, está sembrado de pepinos de todo tipo sin explotar, en inglés Unexploded Ordnance (UXO), que todos los años causan víctimas y hacen complicadas las labores del campo, que por otra parte es la única forma de vida del país.
Por todo el país las bombas de todo tipo decoran casas, restaurantes y bares y las chapas se utilizan para cerrar huertos o se les da cualquier utilidad. Las he visto de todas las formas y tamaños y alguna de verdad acongojante.
El recorrido por las cuevas lo hicimos por nuestra cuenta y armados con linternas nos metimos por salas y pasadizos hasta encontrar el hospital, la consulta del médico, la enorme sala de juntas, el lugar donde se supone que estaba el banco, los talleres de confección, etc. Y fue muy interesante la posterior visita al centro de información donde ojeamos el álbum de fotos con imágenes de la época y de la vida diaria en esas condiciones y reconocimos los mismos lugares por donde habíamos caminado, pero con vida.
Después de una plácida noche en este lugar volvimos a hacer dedo para ir de nuevo a Sam Neua donde nos encontramos con un chaval de diecinueve años que estudiaba inglés y que paró su moto en la carretera para hablar con nosotros mientras esperábamos que pasara algún coche. Muy educado nos preguntó si podía quedar con nosotros más tarde para poder hablar en inglés y practicar y dijimos que sí, así que acordamos quedar a las ocho. Pero no se presentó y cuando estábamos a punto de irnos, otro chaval de la misma edad que llevaba un rato mirándonos tímidamente, se atrevió a decirnos que era su compañero de clase y que su amigo no había podido acudir y le mandó venir a él. Así que estuvimos charlando más de media hora, abrasándolo a preguntas y aprovechando para aprender algunas palabras básicas para la vida diaria tales como estación de autobús, pollo, cerdo, los números, etc, así que al menos para nosotros, el encuentro fue productivo.


                                             Una habitación con vistas








                                 
                            La sala de los mítines bajo tierra:



   Años de colonialismo francés dejaron en herencia, además del pan y los croissant, la petanca.



                      Kaysone Phomvihane, uno de los padres de la patria

                                         

                                           las vistas desde el hostal

                        en mitad de la nada esperando que pase un coche...

                                           ... que por fin apareció

                                                ardillas, gallos y tejones en el mercado



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