Aquí hago un inciso para decir que estoy en contra de todo tipo de zoo, acuario o safari park con animales salvajes y que en este viaje no contribuyo con mi dinero a financiar ninguno de los miles de espectáculos o pseudo centros de acogida donde se utilizan elefantes, tigres o cualquier otra especie animal con ánimo de lucro:
http://turismo-responsable.com/s33
Por fin llegamos a Chiang Dao, tomamos una cerveza y preguntamos por las cuevas de Phra Non que están en una cordillera cercana a la que se llega por una carretera preciosa entre bosques y con pueblos muy pequeños y agradables.
El conjunto de cuevas resultaron ser tres galerías de entre 500 y 700 metros de longitud en un roquero cubierto de vegetación. Una de ellas estaba inundada así que no pudimos verla. A otra podías entrar por tu cuenta porque tenía iluminación y señalización y para la última contratamos una guía con lámpara de gas que nos llevó por galerías y nos fue enseñando lo típico de estos lugares, una piedra con forma de caballo, de gallo, de elefante, de pene, etc.
Nos dimos unos buenos coscorrones porque tuvimos que gatear por agujeros por los que la guía, que debía de medir menos de metro y medio, se movía con soltura y cogía perfectamente, pero a nosotros nos costaba más. Acabamos quitándonos la camiseta porque el calor se fue haciendo cada vez más bochornoso a medida que nos adentrábamos, cuando yo pensaba que estaría más fresco que en el exterior.
En ocasiones salíamos a alguna sala enorme con el techo lleno de murciélagos colgando y el suelo cubierto de bat-caca. Muy mullido.
Después de esta pequeña aventurilla regresamos por otro camino hacia Chiang Mai y como aún era de día nos acercamos al templo más importante de la zona que está en una montaña a 15 km y desde el que se tiene una vista de toda la ciudad y alrededores, el Wat Phrathat Doi Suthep. Pensamos que era un buen sitio para ver la puesta de sol y tomar una cerveza. Error.
1º. Es un templo, no hay alcohol.
2º. Había tal condensación en el ambiente que no se veía absolutamente nada.
De todas formas la carretera era una gozada, como la subida a Sto. Emiliano, y una vez arriba fue muy interesante ver la devoción de los fieles por este santo lugar, rezando y haciendo ofrendas. La bajada en grupo con otros veinte motoristas en pelotón hizo que me sintiera como un auténtico motero.
Y después de casi 400 km en los dos últimos días estaba destrozado. Parece mentira lo que cansa la moto, así que al llegar a casa nada mejor que un masaje (justo debajo del hostal tengo un lugar agradable) para recolocar todo en su sitio. La verdad es que me sentó genial y recuperé, así que me fui a Walking Street donde se celebraba el Saturday Night Market y aunque aquí todo es mercado, éste me gustó especialmente porque había mil artesanos con cosas muy chulas, no sólo cosas tradicionales si no cositas de diseño moderno. La pena es que sólo dispongo de una mochila, poco espacio y suficiente peso ya que cargar a la espalda como para comprar lo innecesario.
Y la anécdota del día: cuando iba por la calle, a la salida de un bar me encontré de frente con Jacoba y Enós, el sobrino de Rebe, que por lo visto están haciendo un curso de masaje thai aquí en Chiang Mai. Una sorpresa y un "calla ho" que me sonó entrañable. El mundo sigue siendo pequeño.
variante budista del típico jardín con enanitos
naturaleza agradecida
ministerio de información y budismo
niñas de etnia Meo
Nos dimos unos buenos coscorrones porque tuvimos que gatear por agujeros por los que la guía, que debía de medir menos de metro y medio, se movía con soltura y cogía perfectamente, pero a nosotros nos costaba más. Acabamos quitándonos la camiseta porque el calor se fue haciendo cada vez más bochornoso a medida que nos adentrábamos, cuando yo pensaba que estaría más fresco que en el exterior.
En ocasiones salíamos a alguna sala enorme con el techo lleno de murciélagos colgando y el suelo cubierto de bat-caca. Muy mullido.
Después de esta pequeña aventurilla regresamos por otro camino hacia Chiang Mai y como aún era de día nos acercamos al templo más importante de la zona que está en una montaña a 15 km y desde el que se tiene una vista de toda la ciudad y alrededores, el Wat Phrathat Doi Suthep. Pensamos que era un buen sitio para ver la puesta de sol y tomar una cerveza. Error.
1º. Es un templo, no hay alcohol.
2º. Había tal condensación en el ambiente que no se veía absolutamente nada.
De todas formas la carretera era una gozada, como la subida a Sto. Emiliano, y una vez arriba fue muy interesante ver la devoción de los fieles por este santo lugar, rezando y haciendo ofrendas. La bajada en grupo con otros veinte motoristas en pelotón hizo que me sintiera como un auténtico motero.
Y después de casi 400 km en los dos últimos días estaba destrozado. Parece mentira lo que cansa la moto, así que al llegar a casa nada mejor que un masaje (justo debajo del hostal tengo un lugar agradable) para recolocar todo en su sitio. La verdad es que me sentó genial y recuperé, así que me fui a Walking Street donde se celebraba el Saturday Night Market y aunque aquí todo es mercado, éste me gustó especialmente porque había mil artesanos con cosas muy chulas, no sólo cosas tradicionales si no cositas de diseño moderno. La pena es que sólo dispongo de una mochila, poco espacio y suficiente peso ya que cargar a la espalda como para comprar lo innecesario.
Y la anécdota del día: cuando iba por la calle, a la salida de un bar me encontré de frente con Jacoba y Enós, el sobrino de Rebe, que por lo visto están haciendo un curso de masaje thai aquí en Chiang Mai. Una sorpresa y un "calla ho" que me sonó entrañable. El mundo sigue siendo pequeño.
variante budista del típico jardín con enanitos
naturaleza agradecida
ministerio de información y budismo
niñas de etnia Meo
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