Translate

sábado, 25 de febrero de 2012

Mae Sa Valley

Una vez que teníamos nuestras motos medianamente dominadas nos tiramos a la carretera. Salir de Chiang Mai no fue fácil, nos llevó más de media hora conduciendo entre un tráfico denso y caótico, budísticotropical pero caótico. Había que dar con la carretera correcta, había que encontrar las señales, había que preguntar, había que tropezar con alguien que te entendiera y todo bajo un sol de justicia.
Poco a poco fueron quedando atrás los edificios, la carretera se fue haciendo más estrecha y sinuosa y cada vez menos transitada. Bosque y más bosque, montaña arriba hasta que encontramos las Mae Sa Falls, una zona de cascadas donde paramos a mover las piernas. Hicimos a pie un sendero entre el bosque al lado del río y fuimos encontrando uno tras otro los diez saltos de agua que hay señalizados. Bajamos por el otro lado del río y en la cascada que más nos gustó, nos pegamos un baño. Fue divertido porque estuve nadando contra corriente, sin avanzar, un buen rato y después me metí debajo de la cascada y... Fa, frescor salvaje. Parece el lugar de recreo de la zona, donde ir pasar el día y escapar de la ciudad. Nosotros estuvimos prácticamente solos ese día con excepción de alguna pareja y alguna familia.
Volvimos a por nuestras monturas y continuamos subiendo y bajando montañas, pasando de un valle a otro por pequeños pueblos con casas de estilo tradicional y cultivos de arroz, fresas, orquídeas... El calor no agobiaba, el ambiente era más fresco por aquí y aún más yendo en moto. También cambiaba si estabas en la parte alta de una montaña o en el valle, incluso se notaba el cambio de temperatura si era cara norte o cara sur. Después de unos kilómetros sin apenas encontrarnos con tráfico, hicimos parada para comer en Mae Rim, un pueblín con dos calles, en un sitio muy gustoso. Nos reímos con la dueña del local porque cada vez que cogía la moto para hacer un recado, su perra salía corriendo de debajo del mostrador y se subía con ella. Por lo visto le encantaba. Aquí es muy normal ver a tres adultos en moto, más el niño pequeño y el  perro. Y si Tailandia es el país de las sonrisas, en estos pueblos se nota de verdad.
La ruta continuó hasta Samoeng con el mismo tipo de paisaje, subiendo y bajando montañas y de vez en cuando haciendo alguna parada a tomar algo en la carretera o investigando caminos que nos parecían interesantes. Qué gusto da ir en moto a la puesta de sol entre la bruma y cruzando arrozales...








                                      quien tiene un elefante tiene un tesoro                                        


No hay comentarios:

Publicar un comentario