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miércoles, 22 de febrero de 2012

Hacia el norte

Mi último día en Bangkok fue un tanto curioso. Uno de mis nuevos conocidos, Santi, abrirá en unos días un restaurante español y estaba preparando el diseño de la carta con los platos que va a ofrecer. Nos invitó a pasar y probar. El cocinero emplataba, el fotógrafo fotografiaba y nosotros comíamos. Fácil.
No es que echara de menos nuestra cocina, llevo poco tiempo aquí, pero cuando comí las patatas alioli, la tortilla de patata, ¡un pinchu de quesu cabrales!, debo reconocer que casi me pongo a cantar el porompompero.
No sé si habréis oído algo por ahí, pero me enteré de que hubo un intento de atentado, que habían detenido a unos terroristas hace unos días aquí en Bangkok. Hay un vídeo en la red muy ilustrativo de cómo no se debe manejar una granada, con un supuesto terrorista tirado en el suelo con las piernas amputadas por encima de las rodillas gritando, pero como a su lado hay una mochila supuestamente cargada de bombas, nadie se acerca. La cámara se mueve hacia arriba buscando algo hasta que enfoca los supuestos pantalones del supuesto terrorista colgados en lo alto de un árbol, pero sin sus piernas.
Y con esto ya tuve una buena ración de Bangkok por un tiempo. No es una ciudad lo que se dice pensada para pasear. Raras son las calles con aceras y si las hay, son estrechas y están tan llenas de obstáculos que dos personas no pueden ir caminando en paralelo y charlando veinte metros seguidos. Cruzar algunas calles puede ser toda una aventura. Los pasos de peatones son sólo una pintada en el asfalto y lo que impera es la ley del más fuerte o el más chulo. Tienes que echarle valor o no pasas. Y ojito si vas en chanclas, no pierdas una en plena carrera...
Así que con los pulmones bien cargados de CO2 y la mochila al hombro me encaminé a la estación para coger el tren a Chiang Mai.
Antes de subir al tren entré en uno de los bares que hay alrededor de la estación a comer algo. Ya había pasado por allí alguna vez y siempre salía un chico joven, muy afeminado, con el pelo teñido de rubio, las cejas depiladas y la cara blanca de polvos de talco. Sonreía y movía los ojos de un lado a otro sin parar a la vez que ponía morritos. Ese día entré y me senté al final del local, pegado al ventilador. Después de las típicas preguntas, ¿de dónde eres? ¿a dónde vas?, pedí mi plato y me puse a observar cómo evolucionaba por el local. Cada vez que salía a la terraza llevaba un plato en alto, muy estiloso, y la otra mano en la cintura. Parecía la violetera. Antes de entrar, se sentaba en una moto aparcada delante del local, se miraba en el espejo, repasaba el maquillaje, se ponía en pie de un salto y con un movimiento de cabeza hacia atrás a lo Raffaella Carrá venía hacia dentro con las manos en la cintura y moviéndose como si estuviera en la pasarela Cibeles, sólo que con las piernas tan arqueadas que si juntaba los tobillos le cogía un balón de playa entre las rodillas. Todo un espectáculo.
El viaje a Chiang Mai son menos de 800 km. pero salimos a las 18.15 y cuando me bajé eran las 9.30 así que hice el tramo final del viaje a plena luz disfrutando del paisaje verde y boscoso. Ya podía RENFE dar este servicio en España. Coche de segunda clase, con asiento de 1,20 de ancho para mí sólo y convertible en cama. La de arriba, la mía, algo más estrecha pero cómoda igualmente. Aire acondicionado (pasé bastante frío de noche) y servicio de cena y desayuno en mesa. Servicio amable y esmerado. Os dejo un enlace con un vídeo de cómo te arman la cama porque me parece muy profesional:
http://youtu.be/kkKxEJxef6A
Al salir de la estación me subí a un taxi furgo con un montón de gente que iba a diferentes partes de la ciudad y al último que soltaron fue a mí, delante de una pequeña reja verde a la que seguía un estrecho pasillo al aire libre y al final, unas escaleras. Subí, abrí una puerta, me descalcé, abrí otra puerta, dije "hello" y una voz me contestó "come in".
Continuará...



El dueño de este flamante Opel Commodore del 68 (gran año) trabajaba en mi hostal, después de vacilar conmigo de cochazo se fue a la playa y le hicieron un bollo y claro, no dejaron datos. Budistas, pero igual de cabrones que en mi pueblo.


                                             
                                                                    patatas ali oli



                                             
                                                             mi vagón de madrugada






1 comentario:

  1. ya te digo, vaya apañaos con los coches cama...la renfe tiene mucho que aprender.
    oye...que sonries en todas las fotos....guapetón

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