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viernes, 11 de mayo de 2012

Fenómenos extraños y otras historias sin interés

No es que Siem Reap ofreciera grandes atractivos o actividades (aparte de Angkor) para quedarse allí, pero el hostal donde yo estaba era un punto de encuentro importante y era fácil liarse. Con capacidad para cien personas y camas a partir de 1$, el Garden Village Guest House era un desfile continuo de viajeros y casi todos los días me iba encontrando caras conocidas o iba haciendo nuevos amigos. Tan se fue un día antes que yo hacia el sur para continuar hacia Vietnam. Al tercer día de estar allí apareció Dani, el asturiano, y formamos una pandilla latina en la que estaban representados Brasil, México, Italia y Asturias. También había gente que vivía allí y que trabajaban como voluntarios dando clases de inglés en alguna de las escuelas u orfanatos y otros menos altruistas que habían conseguido trabajo remunerado y así se hacían con algo de dinero para seguir viajando. Con todo el buen rollo general que se respiraba allí era fácil quedarse más días de los previstos, que era lo que nos pasaba a casi todos, y aunque durante el día el calor no permitía hacer gran cosa, excepto colarse en la piscina de alguno de los hoteles de lujo de la ciudad, a partir de las cinco de la tarde todo era diferente y la cosa se animaba.
Además de la socialización y el cachondeo, lo mejor que me pasó en la ciudad fue un fenómeno que nunca antes en mi vida había contemplado y que aparte de dejarme con la boca abierta casi me deja ciego.
Salía del mercado, de comer algo, cuando un camarero que trabajaba en una terraza me preguntó si había visto el cielo a la vez que me señalaba hacia arriba. Cuando levanté la vista creí que el fin del mundo me iba a pillar en Camboya. Le pregunté qué era aquello y me contestó que en la vida lo había visto antes. Salí a paso ligero hacia el hostal señalando hacia el sol a todos los que me encontraba tratando de averiguar qué fenómeno era aquél pero nadie sabía decirme de qué se trataba.
Lo que vi era un anillo gigantesco alrededor del sol, cuando éste estaba prácticamente en la vertical, cuyos bordes eran los colores del arco iris perfectamente nítidos. Duró tranquilamente una hora y en ese tiempo el cielo en el exterior del anillo se veía azul, mientras que entre el sol y el anillo el cielo era de color oscuro, muy oscuro. Un fenómeno óptico debido a la reflexión de la luz solar sobre partículas de hielo en las capas altas de la atmósfera, aunque no tengo muy claro si se trata de un círculo parhélico o de un halo. Algo parecido a esto:

imagen robada de internet

Menos mal que esto me pasó en la ciudad porque si llega a cogerme en los templos de Angkor, con el cansancio, la deshidratación y la insolación, igual me da por sacrificar una cabra o a una virgen para calmar a los dioses y acabo entre rejas. Y es que no apetece nada que el fin del mundo te pille lejos de casa.
Tras este aviso y después de comprobar que al día siguiente seguía saliendo el sol, decidí no perder más tiempo allí. Tenía que ir a Bangkok y volar a India, siguiente destino del viaje, así que cogí un bus y después de cuatro horas llegué al paso fronterizo de Poi Pet. Crucé la frontera andando tranquilamente y una vez en suelo tailandés hice las paces con los mototaxis (no me quedaba otra) y una señora muy simpática me llevó en su moto los siete kilómetros que había hasta la estación de tren de Araya Prathet. Después de tanto tiempo sin ferrocarril (ni Laos ni Camboya tienen actualmente tren de pasajeros) fue un gusto subirse a este medio de transporte que en Tailandia, además de barato, es cómodo y funciona bien. Tal y como me dijeron Nerea y Óscar, pagué la friolera de 1€ por un pasaje en tercera clase y en séis horas estaba en Bangkok. El viaje fue una gozada, con las ventanillas abiertas y disfrutando del paisaje (muy curiosa la imagen de las cigüeñas posadas en las palmeras sobre los arrozales) mientras por el vagón iban pasando decenas de vendedores de comida y bebida. Y poco a poco fuimos acercándonos a la gran ciudad y los campos de arroz dieron paso a suburbios de chabolas y casas bajas y luego a rascacielos y grandes anuncios luminosos. Todos los pasajeros eran gente local que iban de un pueblo a otro y pocos llegaron a la última parada de la estación central de Hua Lampong en Bangkok, adonde llegamos a las ocho de la tarde.
Y esto ha sido todo amigos. El domingo vuelo a Calcuta así que lo próximo que escriba será desde India y ya tengo ganas (de ir, no de escribir). Tengo la sensación de que el viaje de verdad comienza ahora.






tuvimos boda en el hostal


también tuvimos un parto múltiple


 
 barbacoa khmer



el paso fronterizo de Poi Pet

algunos cruzaban con exceso de carga


3ª clase


...pero sin parar

para mi hermano y para Paulino, que no están teniendo su año

no todo son bonitos paisajes



Y de relleno unas citas que ido recogiendo de aquí y de allá y que me parecen apropiadas:

El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.
Italo Calvino "Las Ciudades Invisibles"

Lo que llamamos una razón de vivir es al mismo tiempo una excelente razón de morir.
Albert Camus "El Mito de Sísifo"

No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, apura el recurso hacedero.
Píndaro "Pítica III"

El fascismo se cura leyendo. El racismo se cura viajando.
Miguel de Unamuno









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