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miércoles, 11 de abril de 2012

The Loop

Hola de nuevo. Después de unos cuantos días sin conexión y perdido en el otro lao, ya estoy aquí para contaros las últimas peripecias.
Lo que llaman The Loop consiste en un recorrido en círculo, con salida y llegada en Thakhek, de 475km. por carretera asfaltada en su mayor parte, con excepción de un tramo de pista de algo más de 100km. y con un montón de sitios para visitar a lo largo del recorrido, especialmente cuevas, para lo que hay que salirse de la carretera principal. Nosotros viajábamos los dos en una sola moto de 125cc e hicimos un total de 700km.
Lo normal es hacerlo en tres días pero como queríamos ir tranquilos y ver lo más posible, lo hicimos en cuatro, con una mochila pequeña para los dos con el cepillo de dientes, dos camisetas, un chubasquero y la cámara de fotos.
El primer día salimos tarde porque llovía un poco por la mañana, nada serio, pero esperamos un rato hasta que paró. Al poco de empezar ya teníamos una cueva que visitar, Ban Tham, y al salir estaba lloviendo de nuevo. Al cruzar un puente de bambú la moto patinó y le metimos un piñazo al pedal del freno trasero y lo retorcimos dejándolo inservible. Salimos a la carretera a ver si encontrábamos con qué desdoblarlo cuando se desató la tormenta perfecta. Tuvimos que parar en un tendejón bajo el que vivía una pareja y su hija pequeña durante una hora, tiempo en el que conseguimos, con una barra de hierro que nos dejó el hombre, dejarlo casi perfecto... si no te fijabas mucho. Nos hicimos con unas bolsas de plástico para envolver las cosas y ya calados, continuamos.
A partir de ahí no dejó de llover hasta las tres de la tarde y circulamos todo el tiempo por pistas de tierra muy resbaladiza y a ratos con mucho barro y charcos gigantes. Cuando por fin dejó de llover, empezamos a disfrutar de verdad del paisaje, que era espectacular, con el contraste entre el rojo de la carretera, el verde de la vegetación y el negro de estas montañas verticales, que están siempre ahí presentes vigilándote, rodeándolo todo. 









El caso es que nos empeñamos en llegar a un par de cuevas con el mapa que teníamos, que era una fotocopia de un dibujo a mano, firmado por un francés con fecha del 2008, y que ya estaba ilegible con la mojadura que teníamos, y aún así en algún caso llegamos. Otras veces no tuvimos tanta suerte aunque encontramos algún indicador en medio de la nada pero era como en Galicia, que muchas veces una señal te indica un lugar interesante, te desvías de la carretera para verlo y después de 20km, mil curvas y cien cruces sin encontrar ninguna otra señal, lo tienes que dejar por imposible. Aquí además tuvimos que desmontar y caminar empujando la moto por el barro. Sabíamos que tenía que estar muy cerca pero el camino se hacía cada vez más estrecho hasta que desaparecía, así por las buenas. Pero igualmente disfrutamos de lo lindo.
Total que al final hicimos más de 60km por pistas y caminos y cuando volvimos a la carretera principal era casi de noche así que quedamos a dormir en un hostal apenas a treinta kilómetros de Thakhek. Con las ganas que teníamos de ducharnos y de quitarnos la ropa mojada y el barro, ninguno de los dos se preocupó de comprobar la habitación y cuando ya estábamos instalados y fui a ducharme, el baño era lao style, con un agujero en el medio, un grifo a la altura de las rodillas y un cazo.
El segundo día amaneció con sol así que nos pegamos un buen desayuno y nos hicimos a la carretera bien temprano. Como hay infinidad de cuevas por todos lados hay que escoger y yo me quedo con las más naturales porque hay algunas que por muy grandes que sean están muy domadas, con escaleras de cemento, luces y parecen más bien santuarios. Pero hay otras en las que no hay nadie, con río y con salida al otro lado de la montaña, como Xien Liab, que me parecen mucho más interesantes.





Después de una buena sudada nos acercamos a Tha Falang, un lugar perfecto para darse un chapuzón y entretenerse un buen rato.
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El resto del día fue por carretera asfaltada entre montañas, atravesando valles con campos de arroz, hasta que llegamos a la presa de Nam Teun 2, la más grande del sudeste asiático y subimos a la meseta de Nakai donde se encuentra este gigantesco embalse que dejó pueblos inundados y un paisaje de árboles muertos en las orillas. Hicimos noche a orillas del pantano en Ban Tha Long, a donde llegamos casi de noche, con la luna llena, después de un tramo final de 20 km por pista de tierra.














Cuando llegamos, el dueño de los bungalows tenía encendido un fuego al aire libre y se estaba de lujo. Pedimos una cerveza y ví a una señora muy contenta porque había una invasión de insectos con alas, bastante grandes, y estaba colocando cubos de agua debajo de la luz para cazarlos. Le pregunté y me dijo que era para cocinarlos, que si quería probarlos. Y con un par dije que sí. Y los probé. Y me comí una buena tapa de insectos fritos con sal y pimienta. Y estaban bien ricos. Y son así:






El tercer día desperté con el gallo (con el que teníamos a la puerta) y me levanté a dar una vuelta por la orilla del pantano y ver amanecer a las cinco y media de la mañana. Mientras enfrente mío amanecía, a mi espalda una tormenta con rayos y truenos se acercaba a toda velocidad. A las ocho de la mañana tuve que ir corriendo para el bungalow y no paró de llover a lo bestia hasta las cuatro de la tarde. No pudimos hacer otra cosa que tirarnos en la hamaca a ver cómo diluviaba. Y cuando amainó tampoco pudimos continuar ruta porque teníamos por delante 65km de barrizal que íbamos a tardar en hacer cuatro horas y no nos daba tiempo de llegar de día al siguiente pueblo donde conseguir alojamiento, así que pasamos una noche más allí.





El tercer día amaneció con sol así que, animados por el calor, salimos a por ese tramo de pista que todos decían que iba a estar muy difícil. Y así era. Al principio la pista era de piedra y pensé que se me caían los empastes. Después de unos cuantos kilómetros comenzó el barro. Esto sí que fue divertido. Después de irnos al suelo un par de veces, tuvimos que desmontar y empujar la moto por un lodazal con barro hasta los tobillos. En una de éstas perdí los playeros y quedé en calcetines. Me costó trabajo encontrarlos y sacarlos de aquella pasta y con un palo y en un charco los limpié como pude y volví a calzarme. Eso sí, con mucho cachondeo, que venimos a pasarlo bien. 





                                                           falang-Tarzán



Al atravesar una aldea vimos un grupo de chicas vestidas con trajes tradicionales hmong y paramos. Vimos que había mucha gente reunida detrás de una casa y nos acercamos. Preguntamos si podíamos pasar y enseguida un hombre de unos cuarenta y cinco años que hablaba inglés nos dijo que su abuelo había muerto la noche anterior y que estaban celebrando el funeral, así que le dimos el pésame y él y su sobrino de veinte años nos invitaron a ver la ceremonia. Un poco cortados con tanta gente mirándonos aceptamos porque era una oportunidad única y, al ser un funeral, pensamos que no habría que beber, como ya nos había pasado en alguna otra celebración en la que habíamos caído. De nuevo, error. Nos sentaron bajo una carpa en una mesa larga en la que había una bolsa con arroz y unos cuencos. Dos mujeres iban pasando con un cubo y una garcilla y echando sopa de búfalo en los cuencos. Así que comimos, rodeados de gente que no dejaba de mirarnos fijamente. Al poco apareció el whisky de arroz, cómo no, y bebimos. Supongo que el juego de emborrachar al falang es muy típico y divertido para ellos. La verdad es que debía tener poca graduación porque aguantamos bastante bien unas cuantas botellas compartidas con el respetable, teniendo en cuenta que eran las doce del mediodía, y todos reían y aplaudían al vernos tragar un chupito tras otro. Insistieron en que nos quedáramos a pasar la noche con ellos en su casa pero aquello suponía que en un par de horas íbamos a estar tirados en el suelo borrachos como cubas así que pusimos la disculpa de tener que entregar la moto ese día. Todo el pueblo pertenecía a la etnia hmong, cinco familias que allí reunidas sumaban unos trescientos, muy amables, generosos, hospitalarios y sin ningún otro interés que el de agasajar al invitado.
Después de una hora entramos en la casa, decorada con papeles recortados colgando del techo y donde un hombre tocaba el tambor, con el muerto en una caja de madera y rodeado de plañideras. Presentamos nuestros respetos al fallecido y salimos de la aldea estrechando manos y saludando a todo el mundo. Dos kilómetros más adelante paramos en un tendejón a dormir la borrachera.













Cuando se terminó el barro y por fin llegamos a un tramo ya de carretera asfaltada habían pasado unas cuantas horas. Paramos a tomar algo y Tan se dio cuenta de que tenía una sanguijuela en el pie. No sé cuántas horas llevaba viajando con nosotros pero supongo que la pilló al ir descalzo por el barro. Yo nunca había tenido el placer de ver en vivo este bicho pero es bastante desagradable, como un gusano, resbaladizo, que se estira como un chicle y que te hace sangrar mucho. Al tercer intento consiguió arrancarla.

ésta es la sanguijuela








El resto del día transcurrió sin contratiempos, disfrutando del paisaje. Nuestro destino era Kong Lor, un pueblo en un valle precioso con plantaciones de tabaco que tiene uno de los mayores atractivos de la ruta, la cueva de Kong Lor, de siete kilómetros de largo con un río navegable en su interior y con salida al otro lado de la montaña donde hay otro pueblo. Por cierto, no sé qué os parecerá a vosotros pero que te pares en la carretera a hacer una foto y que se acerque una bella señorita, corte un ramo de flores y te lo ofrezca sonriendo, creo yo que es como para tener el corazón contento...





                                       proyectil reconvertido en bote














                                                            secadero de tabaco

                                       el desayuno, la comida más importante








Al día siguiente no madrugamos mucho porque el resto del camino era por carretera fácil, con rectas enormes, y llegamos a Thakhet a primera hora de la tarde tranquilamente para entregar la moto. Como te la dan con el depósito vacío, hay que calcular para entregarla con la menos gasolina posible, así que tanto calculamos que nos quedamos tirados en lo alto de una montaña. Bajamos en puerto muerto hasta que llegamos a una aldea. Normalmente no hay problema porque aparte de los surtidores caseros, hay gente que te vende botellas a lo largo de la carretera, pero aquí no hubo suerte. Paramos un coche y nos acercó al siguiente pueblo donde compramos un par de botellas de whisky rellenadas y volvimos a hacer la misma operación para volver a por la moto. Cuando faltaban cinco kilómetros para la meta volvimos a quedar tirados, pero esta vez a quinientos metros de una gasolinera. Llegamos con la moto llena de barro, un retrovisor roto y el pedal de freno retorcido, así que dejé que Tan se entendiera con el chino que nos la alquiló y no hubo ningún problema, para algo eran compatriotas y de la misma provincia.





                                    los dos más chulitos aparecieron fumando

                                                 el repostaje

                                             para Chanty, un beso de mariposa

                                          con cuatro de éstos haces una ración

                                     una de sidra, para Miguel, el ciclista suave

                                             ésta para Carla, claro

Y como provisiones para el camino, te compras un canasto de éstos y lo rellenas de arroz glutinoso. Coges un poco, haces una pelotilla y te lo vas comiendo. El pan nuestro de cada día. Si tienes algo en qué mojar, mejor, pero si no igualmente mata el hambre, es barato y da vigor.


































2 comentarios:

  1. Eso de las pistas embarradas, doblar el freno, empujar el vehículo y el cielo desplomándose sobre vuestras cabezas ya lo conozco yo. ¿Os está pillando el monzón? ¿O es el final? ¿O allí no hay de eso?
    Gracias por la botellina. No sabes cuánto la echo de menos. Pero me resarciré.
    Sigue pasándolo pipa,

    Miguel

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    1. Muchas gracias Sr. Suave, sigo disfrutando cada día del viaje y sí, nos acercamos a la temporada de lluvias que empieza a partir de Mayo. Estos pocos días de tormentas y agua a lo bestia creo que son el anuncio de lo que en breve me espera... Pero un asturiano no se va a arrugar ahora por un poco de lluvia ¿no?
      ¡Salud y pedales!

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